Las peleas afuera de las escuelas continúan y la autoridad no interviene, mientras crece la alarma al respecto y los focos rojos están encendidos.
«La violencia intrafamiliar se está escalando a estas conductas, tanto en el interior de las escuelas como en el exterior de las mismas, las nuevas generaciones no están siendo educadas y lo que con ello estamos obtenido es deshumanizar a las personas», señala, Luz María Ortiz Quintos, Presidenta del Instituto Nacional de Consultoría Familiar.
Ortiz Quintos comenta peleas de estudiantes, principalmente de secundaria, donde la violencia pasó de ser verbal a física, ahora es muy común ver esas escenas, dice. La Secretaria de Educación no ha implementado un protocolo de intervención para prevenir, vigilar y atender casos como este, lamenta.
Es en el nivel de secundaria donde vemos estas tendencias. Aquí es donde queremos ver planes y programas de estudios tropicalizados a las problemáticas actuales.
Es urgente educar al ser humano, que se conozca, se valore y conozca y valore a los demás. Dejar fuera asignaturas como educación cívica, ética, cultura de la legalidad, ha sido el error más grande en los nuevos modelos educativos, acusa.
Un ejemplo de las múltiples riñas entre estudiantes lo es la Secundaria No. 19 Educadores de Nuevo León, en la cual es una tradición a la hora de la salida los pleitos.
De acuerdo con los reportes de padres de familia, las riñas se llevan a cabo en plazas y campos cercanos a la institución, como en la avenida Río Nazas frente a la puerta de la escuela, al sur de la Ciudad.
Lucía Melgar, profesora de literatura y género y crítica cultural, remite no sólo al posible impacto de las redes, las narcoseries o los videojuegos violentos sino a un ambiente más amplio de tolerancia a la violencia extrema y a la violencia machista, reforzada por la impunidad.
En lo cotidiano, remite también a la violencia que se vive tanto en las familias como en los barrios, muchos inseguros, controlados o amenazados por criminales. Ni la escuela ni la familia, por tanto, son en sí fuentes únicas de la violencia que despliegan las/os estudiantes.
Las escuelas, añade, pueden incidir en su propio ámbito para reducir el acoso. Existen y pueden adaptarse programas de prevención que, con base en un diagnóstico, integren a las familias y a la comunidad en un proceso de cambio de visión del “otro” y de conductas cotidianas. La prevención desde la primaria debería ser ya una prioridad de la SEP y de la iniciativa privada.
En tanto, las autoridades educativas solamente suspenden a los infractores, dicen que aplican el artículo 34 del reglamento escolar, y que se ofrecen actividades adicionales, además de que los padres lleven a atención especial a sus hijos.
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