LE CIERRAN LA BOCA A LA PRESA; » ES UNA MALDICIÓN», DICEN

LE CIERRAN LA BOCA A LA PRESA; » ES UNA MALDICIÓN», DICEN

Por: David Casas S.

 

.- La Presa La Boca, en el municipio de Santiago Nuevo León, luce desolada, seca, con Catamaranes enclavados en las grietas de la tierra ya desértica y, con unos cuantos patos que se resisten a abandonar lo que fue su hogar. Esta postal con tintes ‘apocalípticos’ es el común denominador de una catástrofe anunciada a principios de año derivada de la sequía que atraviesa la entidad por la falta de lluvias.

A pesar del terrible impacto hidrológico, una de las faunas que se resiste a morir, son las aves acuáticas, de la familia de las Anatidae, mejor conocidos como «patos», cuya especie es migradora y suele vivir cerca de hábitats de agua dulce o salada, como lagunas, pantanos y presas. Aún sin agua, las aves siguen su instinto de sobrevivencia y se aferran en las inmediaciones de la presa que ofrece un panorama ‘sumamente desolador’, mientras que algunas embarcaciones quedaron cimentadas en las prolongadas grietas que ha dejado la devastadora sequía.

En marzo de este mismo año diversos medios de comunicación dieron cuenta del futuro inmediato que le esperaba a esta ‘gran reserva hidrológica’ y una de las tres presas con las que cuenta el estado.

Ramiro Olvera observa con tristeza el vaso seco de la Presa Rodrigo Gómez, mejor conocida como La Boca; nunca en sus 44 años de vida había observado una catástrofe de esta naturaleza. Desde la entrada de la pescadería en la que labora fija la mirada en el lecho seco de la presa  y lamentó la situación: «Han caído las ventas y las visitas hasta en un 50 por ciento. Los clientes vienen a los negocios a comer, solamente a eso. Anteriormente se abarrotaba todo, subían al catamarán, tomaban la cerveza, turisteaban».

Dijo no tener una explicación a esto que le está tocando vivir, Ramiro tiene más de 20 años trabajando en la “Pescadería Veracruz”, sí, sus clientes siguen visitando el lugar, pero ya no es lo mismo de antes, en antaño cuando la presa estaba rebosante de agua había vida y alegría en todos.

Don Antonio acompañado de sus pequeños hijos le pesa el hecho lo que sus ojos observan: «Es triste lo que veo, seca la presa, me da tristeza, sentimiento que mis hijos no pudieron ver la presa llena», agrega mientras esparce la mirada en la amplia extensión que hoy solamente es tierra.

Quienes se adentran en el vaso, observan una treintena de patos, la única especie que sobrevive con los pequeños charcos y yerbas. Las únicas visitas que se tienen son las familias que circulan en sus vehículos, en lo que por años unos 37 millones de metros cúbicos de agua les permitían pasear en lancha, catamaranes, motos acuáticas.

Ramiro Olvera señala el enorme catamarán y expresa: «Ahí quedó, hagan de cuenta que algo succionó el agua, que le quitaron un tapón y no hubo chance de sacarlo».

En este mismo sentido los restauranteros ya no quieren hablar, es muy triste para ellos lo que han vivido, lamentaron todo lo que están observando con sus propios ojos, en tanto un grupo de muchachos pasea en cuatrimotos.

Edificada en la Cuenca del Río San Juan, la presa fue impulsada por el banquero Rodrigo Gómez, e inició construcción en 1961 para terminar en 1963. Originario del municipio de Linares, Gómez fue director del Banco de México entre 1950 y 1970  y su proyecto fue llevar al Monterrey metropolitano una fuente de abasto de agua.

Con una superficie original de 455 hectáreas y con una capacidad de 37 millones de metros cúbicos, la presa era  alimentada, principalmente por el arroyo «La Chueca» y otros riachuelos que descargan agua de la Sierra Madre Oriental.

En sus tiempos de bonanza la presa recibió cerca de 10 mil personas al día, en temporada vacacional, o cerca de 5 mil durante los períodos normales, quienes se divertían entre música, carnes asadas y alcohol, a pesar de que el ingreso de bebidas embriagantes está prohibido.

Las instalaciones de El Capitán, hoy cerradas a mitad de la presa, dan la bienvenida para el paseo en Catamarán, todo es soledad, mientras que a lo lejos, custodiados por policía, trabajadores de la empresa Agua y Drenaje de Monterrey laboran para dar los últimos bombeos de lo poco que queda de agua.

Ramiro Olvera, el trabajador de la “Pescadería Veracruz” levanta la vista al cielo, ve nubes negras: «Son las que han bombardeado, pero llueve en otro lado, se las lleva el viento, es una maldición», remata.

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