España desplegó sus fuerzas militares a la frontera con Marruecos y expulsó a casi la mitad de los miles de migrantes que saltaron vallas o llegaron nadando a suelo europeo por segundo día consecutivo, luego de que el país del norte de África relajó los controles fronterizos, en medio de una disputa diplomática.
Soldados abrumados separaban a los adultos de los menores de edad y cargaban niños en brazos mientras elementos de la Cruz Roja auxiliaban a los migrantes que salían del mar helados y exhaustos. Una mujer inconsciente que yacía en la arena fue sacada de la playa en una camilla.
La llegada repentina de migrantes agravó la disputa entre Rabat y Madrid sobre la región disputada del Sahara Occidental y provocó una crisis humanitaria en Ceuta, un enclave español de 85.000 habitantes que está entre el Mar Mediterráneo y Marruecos, del que lo separa una doble cerca de 10 metros (32 pies) de alto.
Amina Farkani, una mujer marroquí de 31 años que durante 18 años se trasladaba a Ceuta para laborar hasta que el año pasado se prohibió la entrada de trabajadores extranjeros por el brote de coronavirus, dijo que vio la oportunidad de volver al trabajo cuando escuchó que la policía marroquí había dejado de controlar la frontera.
“Antes todo el mundo trabajaba aquí, pero ahora nada. Yo también he trabajado aquí 18 años, pero cuando quitan la policía quiero venir a trabajar otra vez. Ellos (la policía) Deja pasar a gente, sin hablar, sólo pasar, pasar, pasar”, dijo Farkani a The Associated Press.
Ella estaba entre los miles de migrantes que fueron devueltos a Marruecos. Reporteros de la AP vieron a soldados y policías españoles conduciendo a adultos y niños a través de una puerta en la valla fronteriza. Algunos intentaron resistirse y fueron empujados y perseguidos por los soldados, que usaron porras para controlarlos.
El ministro español del Interior, Fernando Grande Marlaska, negó versiones de que se estaba deportando a migrantes marroquíes menores de 18 años y no acompañados por adultos, pese a que ellos pueden permanecer legalmente en España bajo la tutela de las autoridades.
El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, canceló un viaje a París —donde debía asistir a una cumbre de ayuda internacional a África— y viajó en helicóptero a Ceuta.
Aunque dijo que Marruecos era “un país socio” y “país amigo de España”, Sánchez exhortó a Rabat a buscar “el respeto a las fronteras mutuas, que es la base sobre la que se construye la vecindad de países amigos y las relaciones fructíferas para ambos”.
Un alto funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de Marruecos dijo que Rabat llamó a consultas a su embajador en España. El funcionario no estaba autorizado a ser identificado por su nombre.
Desde la madrugada del lunes y hasta el martes por la tarde, casi 8.000 personas habían llegado a Ceuta tras cruzar la frontera y nadar por el mar, dijo el gobierno español. Entre ellas había unos 2.000 adolescentes.
El número de migrantes disminuyó después de que España desplegó policías y soldados adicionales, pero las llegadas no se detuvieron pese a que la policía antidisturbios del lado marroquí dispersó a multitudes de personas que esperaban cruzar.
Al menos 4.000 fueron devueltos a Marruecos, según el Ministerio del Interior de España. Ambos países firmaron un acuerdo hace tres décadas para repatriar a todos los que crucen la frontera nadando.
Sin embargo, muchos de los que llegaron el martes eran africanos subsaharianos que generalmente huyen de la pobreza o la violencia en sus países de origen. España tiene acuerdos para devolver a algunos de esos migrantes a sus países de origen, pero no a todos.
Un hombre joven se ahogó y decenas de personas fueron atendidas por hipotermia o lesiones menores, informó la Cruz Roja en Ceuta. Agregó que estaba realizando pruebas de coronavirus a los recién llegados. Los adultos son trasladados al estadio de fútbol de la ciudad antes de ser deportados a Marruecos, mientras que los que se considera que son menores de edad son enviados a albergues gestionados por organizaciones humanitarias.
Ni Rabat ni los funcionarios locales han hecho comentarios sobre la afluencia masiva ni han respondido a las preguntas de The Associated Press.
“Es una invasión tan fuerte que no somos capaces de calcular el número de personas que han entrado”, dijo Juan Jesús Vivas, presidente de Ceuta, una ciudad autónoma de apenas 20 kilómetros cuadrados (7,7 millas cuadradas).
“El ejército está en la frontera cumpliendo una función disuasoria, pero hay una gran cantidad de personas en el lado marroquí esperando a entrar”, añadió en declaraciones a la emisora de radio Cadena Ser.
Cuatro vehículos blindados militares estaban estacionados el martes en la playa ceutí de Tarajal, donde la valla fronteriza llega a un pequeño rompeolas que se adentra en el mar. Algunas personas también subieron las colinas que rodean la ciudad y saltaron las vallas.
En un video compartido por un sindicato policial para pedir más refuerzos a las autoridades, los agentes antimotines se protegían con sus escudos de las piedras que les arrojaban desde Marruecos, al otro lado de la cerca.
La responsable de la política migratoria de la Unión Europea, la comisaria Ylva Johansson, describió los incidentes como “preocupantes” y dijo que pidió a Marruecos que impida las salidas.
“Lo más importante ahora es que Marruecos siga comprometiéndose a prevenir las salidas irregulares, y que aquellos que no tienen derecho a quedarse sean devueltos de manera ordenada y efectiva”, dijo Johansson en el Parlamento Europeo.
“Las fronteras españolas son fronteras europeas. La Unión Europea quiere construir una relación con Marruecos basada en la confianza y en compromisos compartidos. La migración es un elemento clave en esto”, agregó.
Marruecos suavizó la vigilancia fronteriza después de que España permitió la entrada, por motivos médicos, del líder de un grupo insurgente que lucha por la independencia del Sahara Occidental. Marruecos se anexó ese territorio en 1975.
El Ministerio de Exteriores marroquí había dicho que la decisión de Madrid de atender a Brahim Ghali, líder del Frente Polisario, era “incompatible con el espíritu de colaboración y buena vecindad” y prometió que habría “consecuencias”.
Vivas, el conservador presidente de Ceuta, dijo que los residentes estaban en un estado “de angustia, de inquietud, de miedo” y relacionó las repentinas llegadas masivas con la decisión de España de recibir a Ghali.
Sin embargo, el gobierno español dijo que rechazaba oficialmente la idea de que Marruecos esté castigando a Madrid por su acción humanitaria.
“No concibo que poner en riesgo la vida de jóvenes y de menores sea como respuesta a una cuestión humanitaria. Sencillamente, no lo concibo”, afirmó la canciller española, Arancha González Laya. La ministra, sin embargo, convocó al embajador de Marruecos para expresarle el disgusto del gobierno y comunicarle que España rechazaba la entrada masiva de migrantes desde suelo marroquí.
El presidente del gobierno español apareció en la televisión en vivo para anunciar que visitaría Ceuta y que su máxima prioridad era garantizar la seguridad en la ciudad. “Seremos firmes, seremos firmes para garantizar su seguridad ante cualquier desafío, ante cualquier eventualidad y bajo cualquier circunstancia”, afirmó.
A lo largo de las décadas, España ha establecido una relación estrecha con Marruecos para tomar medidas enérgicas contra los cruces fronterizos ilegales, pero también para aumentar los intercambios económicos y luchar contra el extremismo. Sánchez evitó el martes cualquier crítica directa a Rabat en su discurso.
Muchos migrantes ven a Ceuta y Melilla —otro enclave español cercano— como una vía de entrada a Europa. En 2020, 2.228 personas eligieron ingresar a los dos enclaves por mar o por tierra, a menudo arriesgándose a sufrir lesiones o morir.
El martes, otros 80 africanos cruzaron a Melilla, a 350 kilómetros (218 millas) al este de Ceuta, luego de saltar la doble valla del enclave.
Marruecos obtuvo una victoria diplomática el año pasado cuando el gobierno del entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reconoció la soberanía de Rabat sobre el disputado Sahara Occidental, allanando el camino para normalizar las relaciones entre Israel y Marruecos.
( AP )
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